lunes, 21 de marzo de 2011

El brillo del Sol...

Él fue el átomo a quien preferí entre toda la arcilla de que están hechos los hombres.

Él era una oscura joya, nacida de las aguas tormentosas y extraviada en alguna cresta baja.

El brillo del sol me habló esta mañana, me nombró como Judit, heroína de los apócrifos,
y a el como al orador de Éfeso. Pero el mundo dormía en la ignorancia y no nos escucharon.


Fatalista fortuna siempre cerca del final.
El amor verdadero va pero el tiempo no vuelve de nuevo...
He puesto mi fe en las aberraciones que pueblan mis sueños
y a pesar de ello, sigo extrañando las cosas que se hicieron realidad.

¿Debemos escuchar el silencio? ¿O debemos escuchar el ruido?
Ellos no necesitan esta aceptación ciega.
He hecho mi elección y acepto plenamente como
la luz vive en la oscuridad y la belleza vive en el dolor.
Se que la destrucción puede perdernos a nosotros mismos
pero aún así seguirá siendo bello perderme por su causa.

Anoche llamó a la puerta una pobre señora que buscaba un hogar. Le dije que sabía de un sitio y le di la dirección del cementerio para ahorrarle una mudanza.
No sabia su nombre hasta que levanto el brazo y vi la hoz.

Él quiso coger las flores del camposanto para adornar nuestro lecho, y entre las sombras que ocultan la luna
me prometió que solo cuando cuando las mariposas renuncien a sus néctares,
cuando el Vesubio inunde Napoles con sus negros humores
y el negro palio de la muerte cubra el brillo de mis ojos,
sabrá que no me ama.
Que las promesas habrán sido vanas
y que el mentiroso sol me robó la eternidad
que un día me regaló su amada luna.

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