sábado, 5 de marzo de 2011

La plaga

Como una plaga se extiende
emponzoñando mi cimente
Amando y odiando amar
Por no sentir, por no mirar

La Muerte, que golpeó cuando más confiaba.
Y en mi fe certera dudé, ser otra vez golpeada,
el insensible Tiempo y la enfermedad, ha marchitado mi alma.

La plaga, sobre la plaza de la horca,
se extiende callada y sesgada,
Bañada por la luz plateada.

Y llena de sangre coagulada;la Pena ha pasado, arrastrando la flor dorada.
La mentira se desnuda de su vestido de orgullo,
Pero dentro de esta amabilidad simulada,
La muerte fluyó en un silencioso murmullo.

Poco he llorado por la alegría perdida.
Más por no llorar, mi alma han de enterrar.
La Esperanza estaba allí, y reí de la Tristeza,
Susurrando: la paz he de encontrar.

¡Y Contemplad! Retorcida en el seno de la tierra
La Primavera dotó de belleza a la incipiente putrefacción;
El Viento, la Lluvia, y el fervoroso calor me besaron
haciendo nacer una flor.

Pronto cayó una nevada, más las alas del dolor no podrían barrerlo,
Su brillo distante forzó la fuga del temor;
Que en su esencia, tenía el poder del Amor,
Alejándome de todo mal, de toda plaga, excepto de ti.

Muerte cruel! mis manos alcanzarte quisieran,
En el crepúsculo a mi tumba he de volver;
Y el sol matutino se burla de mi angustia.
El Tiempo, para mí, ya nunca va florecer.

Paradlo, para que tus labios pueda besar,
donde mi cuerpo infecto pueda amar.
Así, al menos, nuestros carcomidos cadáveres nutrirán
aquel seno de donde surgieron: La Eternidad.

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