lunes, 31 de mayo de 2010

Ophelia infernal PENUMBRA

Imagina un gran espejo, con molduras de color cobre y flores en relieve de gran belleza. Un espejo que cuelga de una pared y que cubre una altura de casi dos metros y medio. Un espejo majestuoso, digno de una princesa, e incluso, me atrevería decir que de una reina. Colocado en una habitación inundada por la luz de la mañana, la brisa fresca del mar entra y llena cada espacio, dotándolo de un halo de ensueño.
Ahora, imagíname. Llevo un vestido de seda color verde claro. El escote marca mis hombros, el rígido corsé ciñe mi talle y eleva con dignidad los pequeños montículos de mis pechos. Bajo el corsé, se extiende una amplia falda de gasa, seda y tul del mismo tono, que no deja ver mis pies descalzos. Mi cabello, color del fuego, cae por la espalda en suaves ondas. Mis ojos posen una dulce sabiduría que no se corresponde con mi edad natural.
Y mi boca…solo pronuncia bellas palabras, sonrisas y tiernas expresiones. Soy todo lo que cualquier hombre o mujer puede desear. Soy luz, amor, sinceridad.
Avanzo lentamente hacia al espejo, el sonido de las telas producen un dulce y sutil sonido. Levanto el rostro y me observo.
Observo mis vestido, mi disfraz de serpiente, que se pega a mi piel y se confunde en cada uno de mis pliegues, produciendo un brillo extraño en la penumbra que ilumina la luz de las velas. El cabello rojo como el fuego flota alrededor de mi rostro, mis manos tienen unas largas y negras uñas que contrastan con la blancura de mi piel. Mis ojos, antes dulces ventanas de mi alma. Ahora, son las ventanas al abismo. Profundos y oscuros surcos recorren sus profundidades.
Y mi boca…solo blasfema, sonrisas inundadas de ironía y expresiones de amargor. La sangre se escurre por sus comisuras, pero mi lengua se relame y no deja vestigio de sangre sobre mi rostro. Soy oscuridad, odio y venganza. Soy una Mayfair tan poderosa como jamás la hubo sobre la faz de estas desoladas tierras.
Soy la araña, que teje su propio destino, con paciencia y tesón, que siempre consigue todo aquello que se propone.
Y esta araña quiere moscas, dulces moscas. Miel en mis labios, moscas en mi estomago. Como el fuego, la sangre y el infierno, rojos son mis ojos al enfurecerme. Adoradora del diablo me
proclamo, seguidora de Baco, perra del infierno, elegida por la parca, muñeca infame, Ophelia infernal…
Carne elevada a carne, mirada dura como el diamante,…
Al retirarme del espejo, se opera el cambio. Lady pomposa queda enganchada dentro del espejo, el cual golpea una y otra vez, intentando romper su prisión de cristal. Golpea repetidas veces, cada vez con más furia, con menos fuerzas. Su dulce piel se astilla, manchando su claro vestido de roja y caliente sangre.
La observo del otro lado, con una sonrisa asomando a los ojos. De los suyos empiezan a asomar lágrimas, las cuales intenta ocultar tapándolas con sus manos. Su rostro ahora está lleno de sangre y al darse cuenta, lady pomposa grita. Yo rio, rio tan alto y tan fuerte que creo que voy a morir de placer.
Lady pomposa sigue con su baldío intento de romper su prisión. Esta vez los nuevos cortes son tan profundos que la sangre mana como un rio por sus blancos brazos. La sangre brota del espejo, al cual acerco un cáliz. Un cáliz que la mismísima Pandora me obsequio. Lo más importante para el ritual ya lo tengo.
He conseguido engañarme a mí misma, aunque haya muerto en el intento….

Ophelia infernal MUERTE

El cáliz rebosa de sangre. Ophelia sostiene entre sus manos su componente más preciado y lentamente se dirige hacia la mesa de operaciones. No olvidemos que Ophelia no quiere derramar ni una gota. La sangre aun está caliente y su aroma nubla sus sentidos.
La deposita sobre la mesa y se dirige a la nevera. De allí extrae una bolsa. Coge un gran cuchillo y abre la bolsa. El cadáver de un bebe de apenas unos meses aparece ante su vista. Ophelia lo acuna tiernamente mientras enciende unas velas, coloca algo de incienso y pone un poco de música. Baila por la habitación con el frio cadáver del niño entre sus brazos.
Cuando se cansa, lo deposita en un rincón.
Busca más componentes…ojos de pez, vino, el caldero, opio, manteca de cerdo,..Todo está listo. Poco a poco lo coloca sobre la mesa y se concentra.
Enciende el fuego y añade el vino.
“Oigo el burbujeo, ahora la manteca de cerdo y los ojos. Opio, ajenjo,… ¡ah! ¡Se me olvidaba! solo necesito la jeringa correcta...”
Ophelia busca en una caja del suelo y con una gran jeringa en una mano y una pequeña hacha de carnicero en la otra, camina hacia el cadáver del bebe que yacía olvidado. A la luz de las velas, levanta el hacha y de un golpe seco secciona un bracito al niño.
El llanto del niño inunda la habitación. La sangre ha salpicado el rostro de Ophelia. En realidad, ni un solo ruido ha roto la calma.
Dulces pensamientos… Ophelia clava la aguja sobre el cráneo del niño. Solo sangre.
“¿Sangre?”
Toma el hacha entre sus manos y secciona el cráneo del bebe, dejando al descubierto una masa viscosa y gris que arranca y toma entre sus manos.
Dulces pensamientos…añade la masa en porciones, junto a restos de su cabello púbico. Añade la sangre del cáliz de Pandora.

Escudriña la mano inocente, la coloca en la mesa, busca una botella de ron y bebe. Bebe y baila alrededor del caldero, murmura y golpea los pies descalzos contra el suelo. Ophelia tiene los ojos en blanco, de entre sus dientes de escapa ron y babas a partes iguales.
El fuego crece y crece en el caldero. Ophelia cae. Cuando despierta, sus ropas están rotas. Los cristales de la botella de ron están por todas partes. Ophelia coge la mano del niño y la coloca dentro de la mugre del caldero. Lo tapa y lo deja junto al espejo de Lady, para que la luz de la luna lo macere.
“Dentro de 15 días, oiré tu voz de nuevo,…”

Ophelia infernal DESEO

Sus labios están tibios a pesar de que la muerte los beso en repetidas ocasiones. Sus manos siguen igual de grandes, fuertes. Su contacto me sigue excitando a pesar de ser un frio cadáver sobre la mesa.
Le abro los ojos, esos ojos grandes, oscuros, en los que me he ahogado mil veces. Es un cuerpo muy bello cuando está desnudo. Su torso sería perfecto si no fuese porque la putrefacción empieza a cubrirle. Su aroma es muy intenso y cubre cada uno de mis poros. Mi imaginación va más veloz de lo que van mis manos, que le recorren centímetro a centímetro, admirando el cuerpo que un día lleno de vida, me abrazo bajo las estrellas.
La muerte cruzo nuestros destinos.
Ophelia busca un cuchillo con el rascar la podredumbre del cadáver. La nevera que tiene es muy pequeña, y aunque no desea cortar a trozos a su amado para poder conservarlo, sabe que no tiene alternativa.
Pacientemente, arrastra con el filo del cuchillo las moscas, gusanos y los trozos devorados por los insectos. Tiene que limpiarlo en repetidas ocasiones. Una masa viscosa y oscura se adhiere a sus dedos. El hedor narcotiza los sentidos de Ophelia, que se hunde en sus recuerdos mientras trabaja afanosamente el cadáver. Recuerda el contacto de sus brazos rodeándola, la risa. Besa entre lágrimas los restos de su amado, le entreabre los labios e introduce su lengua, moviéndola, saboreando el sabor de la muerte, la amargura de la putrefacción.
Esta noche será el zumbido de tus moscas, el más bello susurro de amor que me dediques. Esta noche, compartirás tus gusanos conmigo.
Ophelia se desnuda sobre el cadáver y lo besa en repetidas ocasiones, contoneándose a ahorcajadas sobre él, manchando sus dedos, sus labios, su sexo, de muerte.
Cuando acaba, sonríe satisfecha. El cadáver que yace bajo sus piernas, sobre la mesa, está caliente. Algunos insectos han muerto aplastados bajo su liviano peso. Ophelia está cansada. Sabe que ha de poner remedio a la putrefacción, o no podrá llevar a cabo su propósito. Se levanta y busca el hacha que uso con el niño. Es un hacha de carnicero, perfecta para cortar
pollos, niños, gatos y demás seres menores. ¿Podrá este instrumento cortar los fuertes brazos de su amado? ¿Y sus piernas?
Hacha en mano, Ophelia arrastra el lamento. Golpe tras golpe, secciona sus miembros. Brazos, cabeza, piernas, torso,…cuando acaba, su rostro está salpicado en sudor y sangre.
Va introduciendo los pedazos en bolsas y guardándolos en la nevera. Al acabar, hay tanta sangre coagulada, que no sabe en qué rincón descansar. Se acurruca en un rincón y duerme. Sus sueños, al igual que sus cabellos, se tiñen de sangre y se oscurecen.

Ophelia infernal RITUAL

Los días han pasado. Ha llegado el momento. Mis cabellos antaño fuego, hoy solo son carbón usado. Me levanto, me tiemblan las piernas, pero consigo no flaquear. Me acerco al vasto espejo que regenta mi sala para observar mi imagen. Chupo los restos de sangre coagulada que se acumulan ante él.

Mi pelo está sucio, al igual que mi rostro, mis manos y mi ropa. Pero ha llegado el momento. Busco la mano que corté y la embadurno con el emplasto sanguinolento que ha macerado a los pies del espejo.

El cadáver está listo, he pasado un par de horas cosiéndolo trozo por trozo. Largas costuras recorren tu torso, tus brazos, tus piernas. Pero tu piel es oscura, apenas se ven los hilos. Que ironía, Aracne tejiéndose un amante…

Prendo un dedo del niño, como una vela, y con su cera cubro las costuras. Se inicia el ritual.

Sin dios y sin demonios, sin nada en lo que creer. Cree en la carne, cree en la sangre. Ahoga tu culto en fuego y ron. Soy Ophelia, salida de las mismísimas entrañas de la tierra.

Fuego nace en mis manos, mis ojos, mi boca. Cubro los labios del cadáver con los míos y le infundo la llama de la vida. Siento sus dedos tirándome del pelo, arañándome la espalda. Siento mil insectos entrar por cada uno de mis orificios, pero los hago arder. Escucho gritos desgarradores alrededor. La vida se me escapa, pero me aferro fuerte al dolor que siento en mi piel.

Los ángeles del infierno recogieron las cenizas esparcidas. El fuego sofocante se apago como un suspiro en medio de la noche. Juntos contemplamos las estrellas y sabemos el camino que hemos de recorrer. Mil cicatrices recorren tu cuerpo, vivo por mí. Lejos, se oyen sirenas. Recorro una a una las marcas de tu cuerpo, que se tiñen negras al contacto de mis dedos. Nada enturbia tu belleza. Nada ensombrece mi valor.

Cubres mis llagas con tus labios… Soy la araña, que teje su propio destino, con paciencia y tesón, que siempre consigue todo aquello que se propone.


Ophelia inmortal OSCURIDAD

Cuando Ophelia despierta de su sueño, descubre que el ritual vuelve a ser pasajero. El amor es efímero. El dolor…infinito. Apenas unas horas de vida, el cuerpo yace de nuevo inerte sobre la mesa. Ahoga sus gritos y sigue buscando, la forma de traerle. Quizás necesite más sangre, más sesos, más muertes. Ophelia se corta, se arranca trozos de dedos, de orejas,.. Llevara de nuevo el ritual. Y así, Ophelia continua su existencia, pintando de sangre su rostro, llenando su cuerpo de heridas y el de su amante de costuras.
Ophelia, la muñeca del destino.

Lady darkny the doll

jueves, 20 de mayo de 2010

De las cenizas....

La primera vez que pude ver tu piel un muro de cristal no me dejo abrazarte
quiero ser feliz tan solo con mirar y ver como tus ojos se clavan en los míos
gritaré, al ver que no sangran tus heridas...
Quiero no llorar, debo de luchar.
Sueño con tener la oportunidad de poder romper esta caja de cristal

Cuando solo el orgullo te queda, cuando mostrar el más mínimo sentimiento es signo de debilidad, cuando necesitas ser fuerte como el acero y mirar sin que tus ojos revelen tristeza, añoranza,...

Deja ver tu entereza, agárrate al amor propio, y si tu amada indiferencia aún no ha llegado, llámala por teléfono, nena.

Hay que conocer la tristeza, para valorar la alegría. Hay que amar a la muerte, para abrazar los designios de la vida. Hay que sentir el calor, para añorar el frio.
Tienes que ser oscuro, para que la luz te guie. Pensamientos sueltos, palabras desintegradas.

Pensaba que me dolería, pensaba que la rabia me invadiría, que irrumpiría en lágrimas en cualquier instante,… pensaba que mi corazón seguía roto.
Cual sorpresa la mía, ¿envidia? ¿Dolor? ¿Añoranza?....indiferencia. Fría, oscura y amada indiferencia. Es el sentimiento más vacio que existe, es el sentimiento que más me llena poco a poco.
Amada indiferencia, colma mis manos y entrega todo aquello que te donaron, pues nunca fue un sincero regalo, sino una caridad propia del vacío que produjo su amor propio. Vanidad.

Templa tu mente, siente la fría sangre que bombea, poco a poco y cada vez más lento, tú agrio corazón. Amada indiferencia, sonríe ante el espectáculo que ante tu impasible mirada se produce. Todo es efímero, todo es cóncavo. Solo tú te muestras tal cual eres, sin residuos, pura.

¿Sabe la sangre de igual manera cuando se derrama voluntariamente? ¿O acaso se muestra más dulce en los dedos y en labios entreabiertos, que en el frio envoltorio de un cadáver? ¿Acaso no produce el mismo efecto de éxtasis, si lo pruebas de forma indiferente en un cuerpo frio que caliente? Amada indiferencia, juntas sembraremos el camino de hojas secas. El crujir de sus cuellos será la más dulce melodía que compartiremos.

Dulces mentiras, a quien intento engañar.
La llaga no cicatriza más rápido con sal, el dolor no cesa si me regodeo en su textura. El relieve y la forma de sus manos, marcadas en mi piel a fuego. Alas negras cubren mis ojos.
Respira esta densa tensión y llena los pulmones de su acida negrura. A quien intento engañar.

Como arena entre los dedos expiró mi tiempo. Por más que tenses los músculos de tu cuello, por más que corras tras las huellas de mis pasos, nunca, jamás- volverás a sentir la frialdad de mi contacto, y comprenderás, que mi tiempo, fue solo un sueño transformado en pesadilla.

sábado, 15 de mayo de 2010

Oscura, Visionaria y Nihilista

“Manejaba sus bellas palabras como espadas, brillaban con intensidad, y cada una desnudaba un nervio o jugaba con un hueso. El no tuvo en cuenta que hacía daño, no le preocupa al acero esa cuestión, una vulgar mueca en la carne…El dolor es humano, descortés.
El corazón me pidió Placer primero, después, excusarse del dolor.
Después esas pequeñas bagatelas que amortiguan la angustia, para más tarde y si fuera ésa la voluntad de su amo, El privilegio de morir.
Te lo contare todo: aquel despojamiento, Como sentí, primero, en mi, la medianoche. Y todos los relojes del mundo se pararon. Como el dolor se adormeció –un poco-, como si mi alma fuera sordomuda e hiciera solo signos –hacia ti-.
Te contaré como intente guardar una sonrisa para ti, tras este abismo. Perdóname, si llego a la tumba tan despacio, por la codicia de mirarte.
Perdóname, si al acariciar tú escarcha, Eclipso el paraíso.
La renuncia es una penetrante virtud. Es dejar ir una presencia, por una expectativa. Es apartar los ojos en el amanecer, no vaya a ser que el día, y su gran progenitor, venzan a la renuncia.
Es la elección contra sí misma, para justificarse a sí misma. Cuanto más grande es su acto, más pequeña parece esa visión, que aquí, se oculta.
Ha de ser doloroso - una especie de pérdida- apartar la mirada de la mayor belleza. Esta belleza que me oprime hasta la muerte. Belleza ten piedad de mí. Pero si muero hoy, Que sea contemplándote…”

Lady Darkny the doll…más oscura, visionaria y nihilista que nunca.
Citas de E. Dickinson…

Mil formas de morir

Hay mil formas de morir Unas de forma consciente, otras en manos de. A veces la muerte te alivia, las menos te arrastra.
Caer desde gran altura, trozos sanguinolentos derramados. Abrir un canal en tu muñeca y con ese reguero alimentar las cañerías de tu baño. La muerte dulce, la llaman.
Otra forma de morir es tomar el medicamento más fuete que poseas, y multiplicarlo por tres. A veces la muerte llega en forma de lenta enfermedad, otras, llega accidentalmente. También se han dado casos de ingesta de veneno, tiros a bocajarro.
¿Cuál es el método infalible? No lo sé, a mí, me mataron con un lápiz.
Y pensareis… ¿cómo se puede matar a alguien con un lápiz? Pues bien, existen muchas formas.
Uno puede clavarlo en los ojos, la parte posterior del cuello, puede clavarlo en las muñecas, puede rajar un cuello como un folio, incluso se puede clavar en el pecho, como si de una estaca se tratase.
A mí me mataron tus palabras, esas palabras que al leerlas produjeron tanto dolor en mi pecho, que más me hubiese valido tener otra forma de morir ya antes mencionada.
Y cada vez que leo lo que decías, pensabas o sentías, muero pensando en la contradicción de estas palabras, en su significado oculto, en cómo me has sentenciado sin saberlo, en mi fría, oscura y húmeda tumba.
Ahora puedo verte mejor, en las tinieblas no necesito luz, pues mi amor es un prisma que excede a la propia aurora.
Mátame, mi alma se alzaría cantando a los ángeles del infierno, y tuya sería todavía.

Darkny the doll