sábado, 5 de marzo de 2011

Amar a una mujer

Me enseñaron a apreciar la forma, el color, los contornos.
Sin saberlo, un ideal de belleza se formo en mi seno.

Y con la madurez, descubrí lo que me negué en la adolescencia.

A mi mente no solo acuden las formas masculinas, sino que evocan cuerpos entrelazados
Curvas sinuosas que nunca tome. Y es la suavidad de un seno lo que mis manos piensan
que acunan.

Enciende mi deseo un simple contoneo de caderas, y no necesito la aridez de unos
labios masculinos para acallar el anelo entre mis piernas.

Perfecta, como una Venus recién salida de la ducha, su piel brillando por el agua,
que se escurre por su espalda.

Amar a una mujer, amarme a mi misma por querer ser yo, por aceptar que mi cuerpo no
esta sujeto al canon establecido, más allá de la moralidad que nos inculcan desde
que nacemos.

Un ser humano junto a otro, ambos cálidos. Y no hay diferencias en esos momentos.
Y las bocas se sellan con un beso húmedo, donde el sabor es genérico.

Si es cierto que el cuerpo femenino es más bello estéticamente que el masculino,
aunque llegado el momento los ame a ambos por igual.

La piel es más suave, la mirada más clara, la voz posee una cadencia dulce,
las manos una delicadeza digna de un ángel

Una mujer de formas leves, mirada suave como su voz, como sus manos.
Y la larga extensión de sus cabellos sobre mi almohada sin importar el tono.

Una mujer a la que amar y observarla dormir cuando todos los deseos se han satisfecho.
Por que en mi mente, se puede erotizar a la virgen maría, cuyo velo cubra sus formas,
dejando entre ver por el fino tejido sus sonrosados pezones.

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