sábado, 5 de marzo de 2011

El pecado


Lo llevo en la sangre, anida entre mi piel y los huesos. Se derrama por mis labios al pronunciar tu nombre.
Y adopta mil formas, pero nunca se contiene. Lo guardo en la copa de mi sostén.

Se que mi mirada puede ser la puerta que cruces para caer en el abismo. Y Solo yo tengo la llave de esa puerta.
El encaje de mi ropa es la soberbia.


Un liquido caliente se escurre por mis muslos, mezcla de deseo y sangre.
Hoy nada ni nadie pone freno a mi calor, y siento que me consumo. Quisiera morder esa carne, desgarrarla,
alimentarme de ti.

Quisiera gritar. Pero solo puedo silenciarme, observando como son mis dedos los que se llenan de sangre,
son mis muslos los que se desgarran ante los crueles dientes de desconocidos.

Y es amor anónimo lo que sustentan mi alma a día de hoy.
Aunque se que solo se trata de mi metamorfosis. la pregunta es hasta que punto mudaré la piel.

Contemplo como cierras la puerta al salir, y solo me quedo con tu sonrisa y el dinero.


Como la cuerda de una guitarra tensandose, un gemido camuflado con una sonrisa, esta miel volviéndose fuego.

Mis hermanas cobran vida en mi cuerpo, escalan por mi pecho, se introducen en mi boca.

Y veo como anidan, proliferan y se alimentan de mi alma, solidificandola con cada succión.
La mentira es mi nido, tejido con mi alma.

Y mientras, mi rimmel mancha mi rostro, tan sucio como mi cuerpo, tan corrupto como mi mente.
Llevo el pecado en la sangre y me siento nueva con cada piel cubriendo la mía, aunque al retirarse sea
el mas repugnante de los seres.


Solo cuando tu cuerpo se vacia de todos sus jugos y yaces inerte sobre la fria mesa de un deposito de cadaveres se
pierde. Ahi eres uno cuerpo más. Pero aún no estamos muertos...

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